Comentario
Acabo de señalar cómo los jóvenes escultores de comienzos del siglo XVIII se ven guiados en sus primeros pasos por los grandes maestros del Gran Siglo. Uno de entre los más destacados fue Antoine Coysevox (1640-1720), que ya había realizado obras importantes en su ciudad natal y que posteriormente fue puesto al mando de un numeroso equipo de escultores, entre ellos sus sobrinos los Coustou, dedicado a la decoración del palacio y los jardines de Versalles. René Frémin fue también alumno de Coysevox y, en compañía de otros, marchó a España para realizar las esculturas del palacio de La Granja, cerca de Segovia, núcleo importante de irradiación de la escultura francesa por nuestro país.Fue también Coysevox un hábil retratista y, aunque buena parte de su producción puede incluirse sin dificultad dentro de las características del siglo XVII, hay algunas cosas en que se anuncia el inicio del Rococó por su actividad dinámica, el movimiento de los paños y el aire de ligereza. El mejor ejemplo es el retrato de María-Adelaida de Saboya, duquesa de Borgoña, como Diana cazadora, encargado en 1710 por el duque d'Antin, recién nombrado director de los Edificios Reales, para el parque de su château del Petit-Bourg. No sólo apuntan al nuevo estilo las características formales, sino también la misma representación como diosa que inaugura la serie de retratos mitológicos que pondrán de moda en pintura Largilliére y Nattier. Hay, sin embargo, un matiz que los distingue, mientras que en las pinturas la mitología se utiliza como un disfraz, el retrato de la duquesa entra naturalmente en el seno de la iconografía versallesca del mito de Apolo.Entre los discípulos y seguidores de Coysevox ocupan un lugar sobresaliente sus sobrinos, los hermanos Nicolás (1658-1733) y Guillaume I Coustou (1677-1746), miembros de una de esas dinastías de artistas tan frecuentes en la época. La mayor parte de su obra se realiza en profunda colaboración con su tío, dedicados fundamentalmente a la decoración de las residencias reales de Versalles y Marly. Tras una primera formación con su pariente, ambos marcharon a Roma, en donde tuvieron ocasión de estudiar la escultura de la segunda generación barroca, en contacto especialmente con Pierre II Legros. A su vuelta mantuvieron la inspiración clásica, pero con una inflexión más ornamental.En sus obras de gran aparato lógicamente domina el carácter más monumental, escenográfico y un tanto frío: el gran relieve de mármol del Paso del Rin por las tropas francesas, comenzado por Nicolás y continuado por Guillaume, sigue la retórica versallesca con la figura de Luis XIV coronado por la Victoria, la figura alegórica del río o el niño portando el casco del vencedor. Aunque actualmente colocado en el vestíbulo de la capilla de Versalles, originalmente se encargó para sustituir el relieve de Coysevox en el Salón de la guerra, obra en estuco y por lo tanto material no noble; este primer destino justifica también su pomposo carácter celebrativo.En 1739 la dirección de los Edificios Reales decide la ejecución de dos monumentales caballos, unos tres metros y medio de altura, retenidos por palafreneros, para el estanque del Abrevadero en Marly. Terminados por su autor Guillaume I Coustou en 1745, se colocan al año siguiente en Marly hasta 1794, en que el gobierno revolucionario decide su traslado a la entrada de los Campos Elíseos, y hoy han sido nuevamente desplazados a causa de las obras de reestructuración del gran Louvre. El primer recuerdo que sugieren es, sin lugar a dudas, el del grupo de los Dióscuros, copia romana imperial de un original clásico griego, situado frente al palacio del Quirinal en Roma. Sin embargo, el hermano menor de los Coustou sacrifica las referencias mitológicas o alegóricas por la representación de una acción simplemente humana. El naturalismo empieza a vencer su batalla contra la altisonancia del gran siglo.Acabamos de considerar, líneas arriba, el retrato de la duquesa de Borgoña como Diana, de Coysevox, el punto de partida del retrato mitológico. Pues bien, para el mismo cliente, el duque d'Antin, y el mismo lugar, su château del Petit-Bourg, aunque luego se trasladaron a Versalles, hacen los hermanos Coustou los retratos de Luis XV como Júpiter, obra de Nicolás, y de su mujer María Lesczynska como Juno, de Guillaume. De la obra del tío a la de los sobrinos han pasado veinte años que han permitido asentar el género y, sobre todo, en la figura de la reina con el niño volandero ofreciendo la corona y el cetro, conseguir las características propias del gusto rococó.Robert Le Lorrain (1666-1743) fue alumno de Girardon, otro gran maestro del XVII, y como los Coustou también pasó por la Academia de Francia en Roma y participó activamente en los trabajos de las residencias reales. Algo más aferrado a la tradición clásica asoma, sin embargo, en alguna de sus obras, el dinamismo y fantasía de la nueva escultura. Su obra más representativa en este sentido es el relieve de los Caballos de Apolo para la fachada de las caballerizas del hótel de Rohan de París, de la década de los treinta.Los que verdaderamente abren el arte francés durante la primera mitad del siglo a las nuevas corrientes son los tres hermanos Adam, pertenecientes a otra dinastía de escultores de origen lorenés. El más famoso, Lambert-Sigisbert (1700-1759) repite el habitual camino de todos los grandes escultores galos, formación en París, Primer Premio en el concurso de la Academia en 1723, estancia en la Academia de Francia en Roma e ingreso en la Academia de pintura y escultura, cuya pieza de recepción entregó en 1737. El peso de la influencia romana -allí ejecutó algunas de sus obras, unas de inspiración miguelangelesca y las más berninianas-, se refleja en su posterior producción, muy en especial en la escultura religiosa. También trabajó en los encargos reales y suyo es el Triunfo de Neptuno y Anfítrite, grupo central del estanque de Neptuno en Versalles de 1740, en colaboración con su hermano Nicolás-Sébastien (1705-1778). Pueden verse esculturas suyas también fuera de Francia, por ejemplo en el palacio de Sans-Souci de Federico II de Prusia, quien protegió a François-Gaspard (1710-1761), el hermano menor de la familia Adam.Una tercera dinastía de escultores franceses, los Slodtz, la inaugura Sébastien, el padre, artista flamenco que trabaja para los Menus Plaisirs du Roi, dedicado fundamentalmente al arte efímero de las fiestas, el teatro y las exequias. Sus hijos Sébastien-Antoine y Paul-Ambroise le sucedieron en el puesto concibiendo numerosas decoraciones, colaboraron con los arquitectos para la ornamentación escultórica de los monumentos y dieron numerosos dibujos para muebles, jarrones y otros objetos artísticos. Es también importante su papel en la modernización de las antiguas iglesias góticas, que llenaron de motivos rococó.El más dotado de la familia fue René Michel, llamado Michel-Ange (1705-1764), el benjamín de la dinastía. Aunque sólo había obtenido el segundo premio, partió en 1728 a Roma en sustitución de Jean-Baptiste Lemoyne, que había tenido que quedarse en París para cuidar de su padre. Perfectamente adaptado en el medio barroco romano se instaló por su cuenta de 1736 a 1746. En Roma realizó sus primeros encargos, entre los que se encuentra nada menos que la monumental escultura de San Bruno para la iglesia de San Pedro.Vuelto a París en 1747, se le presenta la ocasión de demostrar su valía cuando se le encarga en 1750 la tumba para la iglesia de San Sulpicio de su anciano cura Jean-Baptiste Languet de Gergy. Su aparatosa composición, el movimiento de las telas, las figuras en las que no falta el esqueleto, la policromía de mármoles y bronces dorados, indudablemente plasmaban sus años romanos y su admiración por las tumbas de Bernini. Excesivamente grandilocuente, sin la genialidad de las obras que pretendía copiar, queda bien lejos del Rococó, enemigo acérrimo de todo lo que pueda significar muerte o tragedia. Gracias sin embargo a la fama conseguida y al puesto que ocupaban sus hermanos en la Corte, inició un nuevo rumbo en su carrera como dibujante de los Menus Plaisirs, ornamentista y organizador de fiestas y exequias.Una mentalidad muy diferente a lo visto hasta ahora, la protagoniza Edme Bouchardon (1698-1762), alumno de Guillaume I Coustou. Marcha a Roma tras obtener, en 1722, el primer premio de escultura, y allí permanece nueve años con su colega Lambert-Sigisbert Adam, de orientación tan diferente. En efecto, Bouchardon se encuentra a gusto ejecutando con extremado cuidado las copias de las esculturas antiguas que exigía la dirección de los Edificios del Rey. Entra en el ambiente romano, es nombrado miembro de la Academia de San Lucas y retratista de la corte papal. Sus retratos son sobrios, con un implícito trasfondo moral, más propios de finales de siglo.Los regidores de la villa de París encargan, en 1739, a Bouchardon, una monumental fuente en el moderno Faubourg Saint-Germain en una de las calles más importantes, la calle de Grenelle. Terminada en 1745, es un ejemplo precoz de la reacción clásica que se generalizará en la segunda mitad del siglo. En una monumental arquitectura -Voltaire con su maliciosa ironía escribía "mucha piedra para tan poco agua"- la villa de París, mujer vestida a la antigua, recibe la pleitesía de las alegorías del Sena y el Marne dentro de una rígida composición piramidal. Unicamente le acerca al rococó la ligereza de las esculturas de los genios alados y de los relieves de niños jugando, representación de las estaciones.Este compromiso entre las tendencias clásicas y la gracia rococó lo plasma en su Amor haciendo un arco con la clava de Hércules (Museo del Louvre), cuya versión definitiva en mármol es de 1750, pero cuyo primer modelo en terracota lo expone en el Salón de 1739, cuando trabajaba en la fuente de la calle de Grenelle. En el escrito de presentación se podía leer: "orgulloso de su poder... el hijo de Venus testimonia con su risa maligna la satisfacción que siente por todo el mal que va a ocasionar".El retratista oficial de Luis XV y su familia fue Jean-Baptiste II Lemoyne (1704-1778). De una familia de escultores, se formó con su padre y con Robert Le Lorrain. Consiguió el primer premio de escultura en el concurso, lo que le hubiera permitido ir pensionado a Roma, pero se lo impidió la mala situación económica de su familia, arruinada por la bancarrota de Law, y a la que tuvo que dedicar toda su atención. A pesar de ello pronto participó de los encargos oficiales y subió todos los escalones de la carrera académica hasta llegar a ser director en 1768, como sucesor de Boucher.Aunque también se dedicó a la escultura monumental o funeraria, fue más apreciado por sus retratos. Esculpió varias veces la figura de Luis XV, algunas para adornar las plazas reales como monumento de glorificación monárquica. Para su desgracia, unas no fueron proyectadas y otras no llegaron a nosotros a causa de la Revolución. En sus encargos oficiales cae a menudo en un banal y adulador convencionalismo; sin embargo, en los retratos de particulares, como el del físico Réaumur (Museo del Louvre) demuestra cómo sabe aprenhender el carácter del personaje. Con el paso de los años va adquiriendo una mayor sobriedad sin perder el naturalismo, cualidades que reconocía Diderot en 1765: "Este artista hace bien el retrato, es su único mérito... Haced retratos, M. Lemoyne, pero dejad los monumentos".